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Fred R. Coulter

Ministro

Enero 15, 2024

 

Queridos hermanos,

 

          Al comenzar el nuevo año, el mundo se enfrenta a enormes problemas: la guerra en Ucrania; la guerra en Gaza entre judíos y Hamás; una posible guerra si China se apodera de Taiwán; piratas que atacan a los barcos que llegan al Mar Rojo, cerrando el transporte a través del Canal de Suez. Ataques terroristas en Israel e Irán. Los acontecimientos en el Medio Oriente están abriendo el camino para que los judíos construyan el tercer templo y para el ascenso del rey del norte y del rey del sur.

          En el frente financiero, el dólar americano está teniendo problemas más graves, ya que la deuda federal asciende ahora a 34 billones de dólares—con 10 mil millones de dólares al mes en intereses a los tenedores de bonos. Una deuda masiva afecta a muchos países y la economía china está tambaleando. En China, el comercio ha disminuido, el desempleo juvenil es del 25% y el mercado inmobiliario está agobiado por una deuda ruinosa.

          La inflación está afectando a casi todas las naciones, lo que eventualmente conducirá a la próxima moneda digital mundial y a la marca de la bestia. Las enfermedades y dolencias están aumentando por muchas causas diferentes. Aquí en USA nos enfrentamos al abrumador problema de casi 12 millones de inmigrantes—con los problemas asociados de delincuencia, enfermedades y destrucción de los servicios sociales. Este aumento masivo de inmigrantes está cumpliendo las profecías de Deuteronomio 28: “El extranjero viviendo entre ustedes se levantará por encima de ustedes muy alto, y ustedes bajarán muy bajo. Él les prestará, y ustedes no le prestarán. Él será la cabeza, y ustedes serán la cola. Y todas estas maldiciones vendrán sobre ustedes, y los perseguirán y alcanzarán, hasta que sean destruidos porque no obedecieron la voz del SEÑOR su Dios para guardar Sus mandamientos y Sus estatutos los cuales Él les ordenó. Y estarán sobre ustedes por señal y por maravilla, y sobre su semilla para siempre. Porque no sirvieron al SEÑOR su Dios con alegría y con regocijo de corazón por la abundancia de todas las cosas.

          “Por tanto servirán a sus enemigos los cuales el SEÑOR enviará contra ustedes en hambre, y en sed, y en desnudez, y en la carencia de todas las cosas. Y pondrá un yugo de hierro sobre sus cuellos hasta que los haya destruido. El SEÑOR traerá una nación contra ustedes desde lejos, desde el confín de la tierra como vuela el águila, una nación cuyo idioma no entenderán, una nación feroz de semblante quien no considerará la persona del anciano, ni mostrará favor al joven.

          “Y comerá el fruto de su ganado y el fruto de su tierra, hasta que sean destruidos. No les dejará grano, vino, o aceite, ni el incremento de su ganado, o rebaños de sus ovejas hasta que los haya destruido. Y los cercará dentro de todas sus puertas hasta que sus muros altos y fortificados en los cuales confiaron caigan a través de toda la tierra. Y los cercará dentro de todas sus puertas a través de toda su tierra la cual el SEÑOR les ha dado” (Deuteronomio 28:43-52).

          Jesús describe estos tiempos como el comienzo de dolores: “Porque nación se levantará contra nación, y reino contra reino; y habrá hambres y pestilencias y terremotos en diferentes lugares. Ahora, todas estas cosas son el comienzo de dolores. Entonces los entregarán a aflicción, y los matarán; y serán odiados por todas las naciones por amor a Mi nombre.

          “Y entonces muchos serán dirigidos al pecado, y se traicionarán unos a otros, y se odiarán unos a otros; y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y porque la ilegalidad será multiplicada, el amor de muchos se enfriará. Pero el que perdure hasta el fin, ese será salvo” (Mateo 24:7-13). Todo esto conducirá al cumplimiento de muchas profecías—y a la primera resurrección cuando regrese Cristo.

 

¿Cuándo y cómo regresará Jesucristo a la tierra?

 

          Hay muchas profecías del Antiguo Testamento que predicen la primera y segunda venida de Jesús el Mesías. Durante los tres años y medio del ministerio de Jesús, Él enseñó a los discípulos que iba a establecer el Reino de Dios y que ellos gobernarían con Él. Sin embargo, no fue hasta después de que Jesús resucitó de entre los muertos y se les apareció durante cuarenta días, que comenzaron a darse cuenta de que Él primero ascendería al cielo y luego regresaría para establecer el Reino.

          Pero los apóstoles y discípulos no sabían cuándo ni cómo regresaría. Algunos pensaron que Jesús iba a establecer el Reino de inmediato. En el libro de los Hechos, Lucas escribe este resumen de la aparición de Jesús a Sus discípulos durante cuarenta días y Su ascensión final al cielo: “El primer registro que ciertamente he escrito, Oh Teófilo, concerniente a todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en el que fue llevado arriba, después de dar mandato por el Espíritu Santo a los apóstoles a quienes Él había escogido; a quienes también, por muchas pruebas infalibles, se presentó a Sí mismo vivo después de haber sufrido, siendo visto por ellos por cuarenta días, y hablando las cosas concernientes al reino de Dios.

          “Y mientras estaban reunidos con Él, les ordenó no salir de Jerusalén sino “esperar la promesa del Padre, la cual,” Él dijo, “han escuchado de Mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo después de no muchos días.” Así entonces, cuando estaban reunidos, le preguntaron, diciendo, “Señor, ¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo?” Y Él les dijo, “No es para ustedes saber los tiempos o las temporadas, las cuales el Padre ha establecido en Su propia autoridad; pero ustedes mismos recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y serán Mis testigos, en Jerusalén y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.”

          “Y después de decir estas cosas, mientras estaban mirándolo, fue llevado arriba, y una nube lo recibió fuera de su vista. Ahora, mientras estaban mirando fijamente hacia el cielo mientras Él estaba subiendo, de repente dos hombres [ángeles] en vestidos blancos se pararon junto a ellos,  quienes también dijeron, “Ustedes hombres de Galilea, ¿por qué están parados aquí mirando hacia el cielo? Este mismo Jesús, Quien fue llevado arriba de ustedes al cielo, vendrá exactamente en la misma manera como ustedes lo han visto ir al cielo”” (Hechos 1:1-11).

          Diez días después, el día de Pentecostés, cuando estaban reunidos en el templo, Dios derramó el Espíritu Santo con gran poder y los apóstoles predicaron a Jesús como el Cristo en numerosos idiomas. Tres mil personas se arrepintieron y fueron bautizadas y también recibieron el Espíritu Santo. Sin embargo, Jesús todavía no estableció el Reino de Dios.

          Los apóstoles no comprendían que Jesús no iba a regresar sino hasta el tiempo establecido por Dios en el futuro—como lo muestra lo que Pedro predicó después de que él y Juan habían realizado la curación milagrosa de un hombre cojo: “Por tanto, arrepiéntanse y sean convertidos para que sus pecados puedan ser borrados, para que los tiempos de refrigerio puedan venir desde la presencia del Señor; y para que Él pueda enviar a Quien les fue proclamado antes, Jesucristo, a Quien el cielo debe ciertamente recibir hasta los tiempos de restauración de todas las cosas, de los cuales Dios ha hablado por la boca de todos Sus santos profetas desde que el mundo comenzó” (Hechos 3:19-21). Sin embargo, no sabían cómo ni cuándo sucedería esto.

          Después de décadas de predicación y enseñanza, y de haber visto los acontecimientos que condujeron a la destrucción del Templo y de Jerusalén, los apóstoles comenzaron a comprender que Jesús regresaría en un futuro lejano. Es por eso que Dios los llevó a compilar sus escritos inspirados en lo que llegó a ser el Nuevo Testamento, que fue finalizado por Pablo, Pedro y Juan. Fue el apóstol Juan, con la ayuda de Andrés y Felipe, quien canonizó el Nuevo Testamento en el año 98 d.C. en la forma que lo tenemos ahora, escrito originalmente en griego.

          Cuando Juan recibió la revelación de Dios de parte de Jesús aproximadamente en el año 95 d.C., esta fue la primera vez que se dio una secuencia de profecías y eventos para mostrar cómo y aproximadamente cuándo Cristo iba a regresar. Sin embargo, era casi imposible entender el libro de Apocalipsis en el momento en que Juan lo escribió. Incluso hoy en día, la mayoría de la gente no puede entender la Biblia, y mucho menos el libro de Apocalipsis. A lo largo de los siglos, muchos eruditos y teólogos lo han intentado y fracasado.

          Muchos estudiantes y eruditos de la Biblia reconocen que muchas de las profecías del libro de Daniel proporcionan una “introducción” a los acontecimientos del fin de los tiempos, mientras que el libro de Apocalipsis proporciona la “conclusión” de dichas profecías. Aunque a Daniel se le dieron profecías específicas, él no las entendió. De hecho, a Daniel se le dijo que no le correspondía entender: “Pero tú, Oh Daniel, calla las palabras y sella el libro, incluso hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y el conocimiento será incrementado. Entonces yo, Daniel, miré; y he aquí, allí se pararon otros dos, aquel en este lado de la banca del rio, y aquel en ese lado de la banca del río. Y uno de ellos le dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: “¿Cuánto tiempo será hasta el fin de estas maravillas?” Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, cuando mantuvo arriba su mano derecha y su mano izquierda al cielo, y juró por Quien vive para siempre, diciendo, “Será por un tiempo, tiempos y un medio tiempo. Y cuando el poder del pueblo santo haya sido finalmente roto, todas estas cosas serán terminadas.”

          “Y oí, pero no entendí. Entonces dije, “Oh mi señor, ¿Cuál será el fin de estas cosas?” Y él dijo, “Sigue tu camino, Daniel, porque las palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán purificados, y emblanquecidos, y refinados. Pero el malvado hará malvadamente; y ninguno de los malvados entenderá, pero el sabio entenderá” (Daniel 12:4-10).

          Dios le dijo a Daniel que las profecías sólo se entenderían en el tiempo del fin. Hasta entonces, estarían cerradas y selladas. En los últimos tiempos, Dios dará la comprensión de estas profecías sólo a aquellos que lo aman y obedecen y tienen el Espíritu Santo.

          De hecho, desde la época de Cristo y los apóstoles, muchos han intentado comprender estas profecías y no han podido. A lo largo de los siglos, siempre que hay grandes catástrofes de guerra, hambruna, sequía, pestilencia, terremotos y desastres naturales, los líderes religiosos comienzan a proclamar que el regreso de Cristo está cerca. E incluso utilizan las Escrituras para hacerlo, pero sus pronósticos han fracasado. Esto sucedió en el año 70 d.C. con la destrucción del Templo. En el año 1000 d.C., debido a una mala interpretación de las Escrituras, la iglesia católica convenció a los europeos de que Jesús regresaría en ese momento, pero no lo hizo.

          Durante el siglo XIV, cuando la peste bubónica devastaba Europa, temiendo que se acercara el fin del mundo, los eruditos volvieron a proclamar que Jesús estaba a punto de regresar. Pero no lo hizo. En tiempos más recientes, varios proclamaron basándose en la autoridad de la Biblia que el regreso de Cristo estaba cerca. Esto sucedió en 1844-45, 1918 (Primera Guerra Mundial), 1945 (Segunda Guerra Mundial), 1975, 1988, 1989, 1997, 2008-9. Pero nuevamente, Jesús no regresó. Debido a estos fracasos, la profecía del apóstol Pedro se ha cumplido muchas veces: “Sabiendo primero esto, que en los últimos días vendrán burladores, caminando de acuerdo a sus propias lujurias personales, y preguntando, “¿Dónde está la promesa de Su venida? Porque desde que los antepasados murieron, todo ha permanecido igual como desde el principio de la creación.” Pero este hecho está oculto a ellos—ellos mismos escogiendo ignorarlo—que por la Palabra de Dios los cielos existieron desde la antigüedad, y la tierra salió del agua y en medio de agua, por lo cual el mundo en ese tiempo, habiendo sido inundado con agua, había sido destruido. Pero los cielos y la tierra presentes están siendo almacenados por Su Palabra, y están siendo reservados para el fuego en el día de juicio y la destrucción de los impíos” (II Pedro 3:3-7).

          ¿Por qué tantas personas se han equivocado tanto respecto del regreso de Jesucristo? ¡Porque no debía entenderse sino hasta el tiempo del fin—el fin real—no un fin aparente, visto a través de los ojos de hombres descarriados!

          Dos eventos mayores que deben suceder primero: Si bien es cierto que muchas veces en la historia desde el primer siglo d.C. hasta ahora, muchas señales que Jesús dijo que precederían Su regreso han ocurrido una y otra vez. Como explicó a Sus discípulos, esto incluiría falsos profetas, guerras, rumores de guerras, hambrunas, pestilencias, terremotos, persecuciones y martirio. Todo esto ha sucedido, está sucediendo y sucederá. Pero hay dos eventos mayores que señalan el principio del fin—la Gran Tribulación y la señal visible del regreso de Jesús.

          Número 1La abominación desoladoradebe pararse en el lugar santo: Jesús fue muy específico al describir este evento, porque la Gran Tribulación del fin no puede comenzar sino hasta que el Templo en Jerusalén haya sido reconstruido y la “abominación desoladora” se pare en el lugar santo. Note lo que Jesús advirtió: “Por tanto, cuando vean la abominación desoladora, la cual fue hablada por Daniel el profeta, de pie en el lugar santo (quien lea, entienda),Porque entonces habrá gran tribulación, tal como no la ha habido desde el principio del mundo hasta este tiempo, ni la habrá nuevamente(Mateo 24:15, 21).

          La frase entre paréntesis “(quien lea, entienda)” no fue dicha por Jesús. Más bien, Juan fue inspirado a agregar la frase. Cuando a Juan se le dieron las profecías del Apocalipsis en el año 95 d.C., el Templo ya había sido destruido, allá por el año 70 d.C. Sin embargo, en aquel tiempo no había ninguna “abominación desoladora” en el lugar santo. Además, en la profecía de los Dos Testigos en Apocalipsis 11, Juan recibió una visión del Templo en Jerusalén. Entonces él sabía que antes de que llegara el fin, el Templo tenía que ser reconstruido. Por eso Dios lo inspiró a agregar esta frase en Mateo 24—para hacernos saber que el fin no puede llegar sino hasta que los judíos reconstruyan el Templo.

          Juan también sabía por la segunda epístola de Pablo a los Tesalonicenses que la “abominación desoladora” sería en la persona del anticristo—proclamando que él mismo era Dios: “Ahora, les suplicamos, hermanos, concerniente a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con Él, que no sean prontamente sacudidas sus mentes, ni estén angustiados—ni por espíritu, ni por palabra, ni por epístola, como si fuera nuestra, diciendo que el día de Cristo está presente. No permitan que ninguno los engañe por ningún medio porque ese día no vendrá a menos que la apostasía venga primero, y el hombre de pecado sea revelado—el hijo de perdición, aquel que se opone y exalta a sí mismo sobre todo lo que es llamado Dios, o que es un objeto de adoración; así que entra al templo de Dios y se sienta como Dios, proclamando que él mismo es Dios.

          “¿No recuerdan que cuando aún estaba con ustedes, les dije estas cosas? Y ahora entienden qué lo está reteniendo para ser revelado en su propio tiempo establecido. Porque el misterio de ilegalidad ya está trabajando; solamente que hay uno Quien lo está restringiendo al tiempo presente hasta que surja de en medio. Y entonces el ilegal será revelado (a quien el Señor consumirá con el aliento de Su boca, y destruirá con el brillo de Su venida); aquel cuya venida está de acuerdo al trabajo interno de Satanás, con todo poder y señales y maravillas mentirosas, y con todo engaño de injusticia en aquellos que están pereciendo porque no recibieron el amor de la verdad, para que pudieran ser salvos. Y por esta razón, Dios enviará sobre ellos un engaño poderoso que les hará creer la mentira, para que puedan ser juzgados todos los que no creyeron la verdad, sino se complacieron en la injusticia” (II Tesalonicenses 2:1- 12).

          En el tiempo del fin, esta será la “abominación desoladora”. Estas Escrituras también nos dicen que además de la reconstrucción del Templo, el anticristo—la Bestia de Apocalipsis 13—debe aparecer en escena antes del regreso de Cristo.

          Este evento, además de todos los demás, ¡debe ocurrir primero!

          El anticristo sentado en el Templo proclamándose Dios es el evento que desencadena la Gran Tribulación. Nuevamente, no puede comenzar hasta entonces: “Por tanto, cuando vean la abominación desoladora, la cual fue hablada por Daniel el profeta, de pie en el lugar santo (quien lea, entienda),Porque entonces habrá gran tribulación, tal como no la ha habido desde el principio del mundo hasta este tiempo, ni la habrá nuevamente(Mateo 24:15, 21).

          Número 2—La señal del Hijo del Hombre que aparece en el cielo: Mientras que el primer evento se origina por los esfuerzos de los hombres, el segundo evento clave proviene directamente de ¡Jesucristo mismo! Como veremos, este segundo evento que señala el fin es colosal y en realidad tiene lugar durante un período de tiempo. Si bien comienza en un tiempo establecido, no es un evento de un solo día—tampoco es un “¡rapto secreto!” Para comprender mejor, necesitaremos observar ciertos eventos en secuencia según el marco de los días santos—particularmente Pentecostés y Trompetas.

          Este evento es el sexto sello de Apocalipsis 6. Cuando Jesús abre el sexto sello, Él se revela dramáticamente mediante una asombrosa demostración de poder. El mundo entero lo verá, ¡pero no lo creerá! “Y cuando abrió el sexto sello, miré, y he aquí, hubo un gran terremoto; y el sol se volvió negro como el pelo de cilicio, y la luna se volvió como sangre; y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como una higuera echa sus últimos higos cuando es sacudida por un viento poderoso. Entonces el cielo se apartó como un rollo de papel que está siendo enrollado, y toda montaña e isla fue sacada de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes hombres, y los hombres ricos, y los capitanes jefes, y los hombres poderosos, y todo siervo, y todo hombre libre se escondió a sí mismo en las cuevas y en las rocas de las montañas; y decían a las montañas y a las rocas, “Caigan sobre nosotros, y escóndanos del rostro de Quien se sienta en el trono, y de la ira del Cordero porque el gran día de Su ira ha venido, y ¿Quién tiene el poder de estar de pie?”” (Apocalipsis 6:12-17).

          Como Dios del Antiguo Testamento, Jesús profetizó que Él va a sacudir los cielos y la tierra en Su segunda venida: “Porque así dice el SEÑOR de los ejércitos, ‘Una vez más—aun en poco tiempo—sacudiré los cielos, y la tierra, y el mar, y el suelo seco. Y sacudiré todas las naciones; y el deseo de todas las naciones [Jesús, el verdadero Mesías] vendrá…” (Hageo 2:6-7).

          Isaías también escribió sobre este evento. Note cuán similar es esto a Apocalipsis 6: “Y ellos irán entre los huecos de las rocas, y entre las cuevas de la tierra por temor al SEÑOR y por la gloria de Su majestad, cuando Él se levante para sacudir terriblemente la tierra. En ese día un hombre echará sus ídolos de plata, y sus ídolos de oro, los cuales hicieron cada uno para sí mismo para adorar, a los topos y a los murciélagos; para ir entre las hendiduras de las rocas, y entre las cimas de las rocas rasgadas, por temor al SEÑOR y por la gloria de Su majestad, cuando Él se levante para sacudir terriblemente la tierra” (Isaías 2:19-21). (Como veremos más adelante, Dios sacude la tierra varias veces más).

          ¿Qué sucede cuando los cielos “son enrollados como un rollo”? Instantáneamente, los cielos de todo el mundo cambiarán. Los cielos, la tierra, los océanos y todas las naciones ¡serán sacudidos! Un hecho como este nunca antes había ocurrido en la historia de la humanidad. Todos lo experimentarán y lo verán. Pero, ¿qué verá la gente cuando mire al cielo?

          Jesús nos dice cómo se desarrollarán estos eventos, comenzando con la Gran Tribulación: “Porque entonces habrá gran tribulación [comienza cuando la “abominación desoladora” se para en el lugar santo], tal como no la ha habido desde el principio del mundo hasta este tiempo, ni la habrá nuevamente.  Y si aquellos días no fueran limitados [a tres años y medio], ninguna carne sería salva; pero por amor a los elegidos aquellos días serán limitados. Entonces si cualquiera les dice, ‘He aquí, aquí está el Cristo,’ o, ‘Él está allí,’ no lo crean.  Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y maravillas, para engañar, si es posible, aun a los elegidos. He aquí, se los he predicho. Por lo tanto, si ellos les dicen, ‘¡Vengan y vean! Él está en el lugar desolado’; no vayan. ‘¡Vengan y vean! Él está en las cámaras secretas’; no lo crean” (Mateo 24:21-26).

          Claramente, Jesús no viene como un hombre ordinario. Más bien, Él viene con poder y gloria como Dios y Rey ¡para gobernar el mundo!

          Para entender cómo será el regreso de Jesús, debemos combinar el pasaje de Apocalipsis 6 que trata de los cielos “enrollándose como un rollo” con los siguientes Escrituras de Mateo 24. Será un evento asombroso y aterrador, nunca antes visto. “Porque como la luz del día [el sol], la cual sale del oriente y resplandece tan lejos como el occidente, así será la venida del Hijo de hombre. Pero inmediatamente después de la tribulación [de dos años de castigo contra las doce tribus de Israel] de aquellos días, el sol será oscurecido, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y LOS PODERES DE LOS CIELOS SERÁN SACUDIDOS. Y luego aparecerá la señal del Hijo de hombre en el cielo; y entonces todas las tribus de la tierra lamentarán, y verán al Hijo de hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria” (Mateo 24:27-30).

          Lucas registra detalles adicionales: “Y habrá señales en el sol y la luna y las estrellas, y sobre la tierra angustia y ansiedad entre las naciones, los mares rugiendo con mareas continuas; hombres muriendo de ataques de corazón por temor y pavor de las cosas que están viniendo sobre todo el mundo; porque los poderes del cielo serán sacudidos” (Lucas 21:25-26).

          Cuando los cielos “se enrollen como un rollo”, el mundo entero verá de repente lo que parece ser un nuevo sol, nunca antes observado en los cielos. Brillará, como el sol, desde el oriente hasta el occidente. Por tanto, este “nuevo sol” parecerá ser algún elemento nuevo de nuestro sistema solar. ¡Esto será realmente alarmante! ¡Esta será la señal de la venida del Hijo del Hombre!

          El profeta Malaquías profetizó sobre la señal del Hijo del Hombre brillando como el sol: ““Porque he aquí, el día viene, ardiendo como un horno consumidor; y todo el orgulloso, y todo hacedor de maldad, será rastrojo. Y el día que viene los quemará,” dice el SEÑOR de los ejércitos, “y no les dejará ni raíz ni rama. Pero a ustedes quienes temen Mi nombre, el Sol de Justicia se levantará, y sanidad estará en Sus alas.…” (Malaquías 4:1-2).

          De estas Escrituras podemos ver que el regreso de Jesucristo no ocurre en un solo día, sino que el mundo entero seguirá viendo la señal del Hijo del Hombre—el “nuevo sol” brillando en los cielos—por casi un año a medida que Él se acerca más y más a la tierra.

          Como veremos más adelante, y es importante comprenderlo, el “Día del Señor” comienza poco tiempo antes del penúltimo Pentecostés (Apocalipsis 6:12-17) durante la Gran Tribulación de tres años y medio. Sin embargo, el día de la ira de Dios, que comienza en Apocalipsis 8, no culmina sino hasta el Día de Trompetas, cuando Cristo y los santos resucitados descienden del Mar de vidrio y regresan a la tierra para la batalla final del Armagedón. La duración del tiempo desde Apocalipsis 6:12 hasta Apocalipsis 19:11-21, con la destrucción de la Bestia y el falso profeta y sus ejércitos, es de aproximadamente un año y medio.

          El asombroso acontecimiento de los cielos “enrollándose como un rollo” tendrá lugar aproximadamente dos años en los tres años y medio de la Gran Tribulación, como lo muestra la profecía de Oseas 5:15-6:2. Esta profecía revela que los primeros dos años de la Tribulación son el tiempo del castigo de Dios contra las doce tribus de Israel por sus pecados. Al comienzo de la Gran Tribulación, cuando Dios comienza a castigar a Israel, dice: “Yo iré; regresaré a Mi lugar hasta que ellos confiesen sus culpas y busquen Mi cara; en su aflicción Me buscarán sinceramente” (Oseas 5:15).

          Mientras en cautiverio, por haberse apartado gravemente del Señor, las tribus de Israel se arrepentirán cuando presencien los eventos del sexto sello y los cielos siendo “enrollados como un rollo.” ¡Sabrán que esta es la mano de Dios! Note, como continúa Oseas, que hay un período de tiempo definido en términos de días. Sin embargo, cada día en profecía equivale a un año en cumplimiento (Números 14:34). “Vengan y volvamos al SEÑOR, porque Él ha desgarrado, y nos sanará; ha herido, y nos vendará. Después de dos días [dos años] nos revivirá; en el tercer día [al comienzo del tercer año] nos levantará, y nosotros viviremos a Su vista” (Oseas 6:1-2).

          De estas escrituras podemos observar que la corrección de Dios sobre Israel durará dos años. Luego, al comienzo del tercer año, Él pondrá fin a su tiempo de castigo y comenzará a levantarlos. Durante el año y medio restante, la Tribulación continuará con mayor intensidad sobre el resto de las naciones.

          ¿Cómo podemos determinar esto?

          El sellamiento de los 144.000 en Apocalipsis 7: La secuencia de eventos de Apocalipsis 6 continúa en el capítulo 7 con el sellamiento de los 144.000, que representa a Dios comenzando a levantar a los hijos de Israel de su cautiverio en el tercer año, después de dos años de castigo.

          Inmediatamente después de que los cielos son “enrollados como un rollo,” cuando los cielos y la tierra son sacudidos, la señal del Hijo del Hombre aparece como un “nuevo sol” en los cielos. Entonces, de repente, hay una gran calma. Juan escribe: “Y después de estas cosas vi cuatro ángeles de pie en las cuatro esquinas de la tierra, reteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que el viento no pudiera soplar en la tierra, o en el mar, o en cualquier árbol. Entonces vi otro ángel ascendiendo desde el levantamiento del sol, teniendo el sello del Dios vivo; y gritó con una fuerte voz a los cuatro ángeles, a quienes les fue dado dañar la tierra y el mar,  diciendo, “No dañen la tierra, o el mar, o los árboles hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes.”

          “Y escuché el número de aquellos que fueron sellados: ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de cada tribu de los hijos de Israel. De la tribu de Judá, doce mil fueron sellados; de la tribu de Rubén, doce mil fueron sellados; de la tribu de Gad, doce mil fueron sellados; de la tribu de Aser, doce mil fueron sellados; de la tribu de Neftalí, doce mil fueron sellados; de la tribu de Manasés, doce mil fueron sellados; de la tribu de Simeón, doce mil fueron sellados; de la tribu de Leví, doce mil fueron sellados; de la tribu de Isacar, doce mil fueron sellados;  de la tribu de Zabulón, doce mil fueron sellados; de la tribu de José, doce mil fueron sellados; de la tribu de Benjamín, doce mil fueron sellados” (Apocalipsis 7:1-8).

          Combinado con la profecía de Oseas 6, es evidente que Dios comienza a levantar a los hijos de Israel al sellar a los 144.000. Dado que este es el comienzo del tercer año de la Gran Tribulación de tres años y medio, eso significa que queda otro año y medio de la Gran Tribulación, que viene contra el resto del mundo.

          No sólo son sellados los 144.000 de las tribus de Israel—es decir, se les da el Espíritu Santo para salvación—sino que también es sellada una gran “e innumerable multitud.” Note: “Después de estas cosas miré, y he aquí, una gran multitud, la cual nadie era capaz de contar, de cada nación y tribu y pueblos e idiomas, estaban de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas y sosteniendo palmas en sus manos; y gritaban con fuerte voz a Quien se sienta en el trono y al Cordero, diciendo, “La salvación de nuestro Dios ha venido.” (Versos 9-10). Esto muestra que ellos también recibirán el Espíritu Santo para salvación.

          Continuando: “Entonces todos los ángeles se pararon alrededor del trono, y los ancianos y las cuatro criaturas vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios, diciendo, “Amén. Bendición, y gloria, y sabiduría, y agradecimiento, y honor, y poder y fortaleza sean a nuestro Dios en los siglos de eternidad. Amén.”

          “Y uno de los ancianos respondió y me dijo, “Estos que están vestidos con túnicas blancas, ¿Quiénes son, y de dónde vinieron?” Entonces le dije, “Señor, usted sabe.” Y me dijo, “Ellos son aquellos que han salido de la gran tribulación; y han lavado sus túnicas, y han hecho blancas sus túnicas en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:11-14).

          Según el marco del tiempo del fin, este sellamiento tiene lugar en el penúltimo Pentecostés durante el período de tres años y medio. Esta es la cosecha personal de Dios. Así como los apóstoles y los nuevos convertidos fueron sellados con el Espíritu Santo en ese primer Pentecostés, como se registra en Hechos 2, los 144.000 y la “innumerable multitud” también son sellados en este Pentecostés, un año antes de la primera resurrección, que tiene lugar en el siguiente Pentecostés.

          Estos son los que reciben la salvación, como lo describe la parábola de los trabajadores contratados a la hora undécima por el dueño de la viña, como se describe en Mateo 20:6-16.

          Después de que los 144.000 y la “innumerable multitud” son sellados en ese Pentecostés, el siguiente día santo es el Día de Trompetas. En este punto, la Gran Tribulación se reanuda. Luego, las siete plagas de las trompetas comienzan el último año de la Gran Tribulación—desde el Día de Trompetas el Día de Trompetas.

          En este día, Jesús abre el séptimo sello: “[H]ubo silencio en el cielo por aproximadamente media hora.  Entonces vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios, y siete trompetas les fueron dadas. Y otro ángel, que tenía un incensario de oro, vino y se paró en el altar; y mucho incienso le fue dado, para que pudiera ofrecerlo con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y el humo del incienso subió delante de Dios de la mano del ángel, subiendo con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó con fuego del altar, y lo echó a la tierra; y hubo voces, y truenos, y relámpagos, y un terremoto” (Apocalipsis 8:1-5).

          Las plagas de las trompetas comienzan una fase más intensa de la Tribulación, enfrentando a los ángeles de Dios contra Satanás, los demonios y los hombres. Las primeras cuatro plagas se aceleran en rápida sucesión (Apocalipsis 8:7-12). Las últimas tres plagas nuevamente aumentan en intensidad y poder, tanto así que son llamadas los “tres ays”.

          En Apocalipsis 9, cuando el quinto ángel toca su trompeta, lo cual es el primer ay, los demonios “como langostas” son soltados del Abismo (una prisión para demonios) y se unen a los hombres para luchar contra los ejércitos del oriente. Usan un arma secreta que inflige a los hombres un gran dolor, como si fueran picados por escorpiones súper poderosos, durante cinco meses (Apocalipsis 9:1-12).

          Cuando el sexto ángel toca su trompeta, lo cual es el segundo ay, es aún más horroroso. Hombres y demonios se combinan para tomar represalia con un ejército de doscientos millones, utilizando armas súper poderosas mientras contraatacan contra la Bestia y el falso Profeta y sus ejércitos en la tierra santa. Cuatro ángeles atados en el río Éufrates son desatados y el río se seca, abriendo el camino a las hordas de Asia (Apocalipsis 9:13-19).

          Mientras se libran estas dos grandes batallas, la señal del Hijo del Hombre—el “nuevo sol” brillando desde el oriente al occidente—se acerca cada vez más a la tierra. De repente, este “sol” se dirigirá hacia la tierra. Cuando alcance las nubes superiores, de repente se extenderá formando un gran Mar de vidrio. Entonces la gente verá a Jesús viniendo en las nubes cuando llegue a la atmósfera de la tierra. Jesús vendrá en las nubes a un punto justo sobre Jerusalén. Cuando aparezca el gran Mar de vidrio, el séptimo ángel tocará su trompeta—en el Pentecostés final—y los muertos en Cristo resucitarán a inmortalidad. Luego, los que estén vivos serán transformados y arrebatados en el aire por los ángeles y llevados al Mar de vidrio (Apocalipsis 11:15-19; I Tesalonicenses 4:13-17; Mateo 24:30-31; Apocalipsis 14:14-16; Apocalipsis 15:2-4).

          Luego, después de que se haya completado la primera resurrección y todos estemos de pie sobre el Mar de Vidrio, Juan escribe: “Luego vi otra señal en el cielo, grande y sorprendente: siete ángeles teniendo las últimas siete plagas, porque en ellas la ira de Dios es colmada.Y los siete ángeles que tenían las últimas siete plagas salieron del templo; estaban vestidos de lino, puro y brillante, y ceñidos alrededor del pecho con corazas de oro. Y una de las cuatro criaturas vivientes le dio a los siete ángeles siete frascos de oro, llenos de la ira de Dios, Quien vive en los siglos de eternidad. Y el templo estaba lleno con el humo de la gloria de Dios, y de Su poder; y nadie fue capaz de entrar en el templo hasta que las siete plagas de los siete ángeles fueron cumplidas” (Apocalipsis 15:1, 6-8).

          Desde el tiempo de la primera resurrección en el Pentecostés final—durante los últimos tres años y medio—hasta el Día de Trompetas hay un período de cuatro meses. Durante este tiempo 7 ángeles derramarán las 7 últimas plagas, que son la ira de Dios contra las naciones que continúan peleando contra Cristo y los santos en el Mar de vidrio en las nubes sobre Jerusalén.

          Cuando el sexto ángel derrama su plaga, el gran río Éufrates vuelve a secarse “para que el camino de los reyes del levantamiento del sol pudiera estar preparado” (Apocalipsis 16:12). En un último intento desesperado por derrotar a Jesús y a los santos, Satanás, la Bestia y el falso profeta envían espíritus demoníacos para persuadir a las naciones y sus ejércitos a ir y luchar contra Cristo y los santos resucitados: “Entonces vi tres espíritus impuros como ranas salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta; porque son espíritus de demonios obrando milagros, saliendo a los reyes de la tierra, incluso al mundo entero, para reunirlos a la batalla de ese gran día del Dios Todopoderoso” (versículos 13-14).

          Todos están reunidos en Armagedón para la batalla final—donde son completamente derrotados: “Y [el sexto ángel] los reunió en el lugar que en hebreo es llamado Armagedón. Entonces el séptimo ángel derramó su frasco al aire; y una gran voz salió del templo del cielo, desde el trono, diciendo, “ESTA TERMINADO.” Y hubo voces y truenos y relámpagos; y hubo un gran terremoto, tal como no lo hubo desde que el hombre estuvo en la tierra, tan poderoso terremoto, y tan grande. Y la gran ciudad fue dividida en tres partes; y las ciudades de las naciones cayeron; y Babilonia la grande fue recordada delante de Dios para darle la copa del vino de la furia de Su ira. Y toda isla desapareció, y las montañas no fueron encontradas; Y gran granizo, cada piedra del peso de un talento, cayó desde el cielo sobre los hombres; y los hombres blasfemaron a Dios por la plaga del granizo, porque la plaga fue extremadamente grande” (Apocalipsis 16:16-21).

          El juicio de Dios contra Babilonia la Grande se describe en Apocalipsis 17 y 18. Los resultados de la gran batalla final en Armagedón se describen en Apocalipsis 19: “Y después de estas cosas oí la fuerte voz de una gran multitud en el cielo [todos los de la primera resurrección de pie sobre el Mar de vidrio], diciendo, “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el honor y el poder pertenecen al Señor nuestro Dios. Porque verdaderos y justos son Sus juicios; y porque ha juzgado a la gran ramera, quien corrompió la tierra con su fornicación, y Él ha vengado la sangre de Sus siervos de la mano de ella.” Y dijeron una segunda vez, “¡Aleluya! Y su humo ascenderá en los siglos de eternidad.” Y los veinticuatro ancianos y las cuatro criaturas vivientes cayeron y adoraron a Dios, Quien se sienta en el trono, diciendo, “¡Amen. Aleluya!”

          “Y una voz salió del trono, diciendo, “Alaben a nuestro Dios, todos Sus siervos, y todos los que le temen, ambos pequeños y grandes.” Y oí una voz como esa de una gran multitud, y como el sonido de muchas aguas, y el sonido de truenos poderosos, diciendo, “¡Aleluya! Porque el Señor Dios Todopoderoso ha reinado. Alegrémonos y gritemos con gozo; y démosle gloria; porque el matrimonio del Cordero ha llegado, y Su esposa se ha preparado a sí misma.”

          “Y le fue concedido que debería ser vestida de lino fino, puro y brillante; porque el lino fino es la justicia de los santos. Y me dijo, “Escribe: Benditos son aquellos que son llamados a la cena matrimonial del Cordero.” Y me dijo, “Estas son las verdaderas palabras de Dios.” Y caí a sus pies para adorarlo. Entonces me dijo, “Mira ¡no hagas esto! Yo soy un consiervo tuyo, y de tus hermanos, quienes tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.”

          “Y vi el cielo abierto; y he aquí, un caballo blanco; y Quien se sentó sobre el es llamado Fiel y Verdadero, y en justicia Él juzga y hace guerra. Y Sus ojos eran como una llama de fuego, y sobre Su cabeza habían muchas coronas; y tenía un nombre escrito que nadie conoce excepto Él. Y estaba vestido con un vestido sumergido en sangre; y Su nombre es La Palabra de Dios. Y los ejércitos en el cielo estaban siguiéndolo sobre caballos blancos; y estaban vestidos en lino fino, blanco y puro.

          “Y de Su boca sale una espada afilada, para con ella poder herir a las naciones; y las pastoreará con una vara de hierro; y Él pisa el lagar de la furia y la ira del Dios Todopoderoso. Y sobre Su vestido y sobre Su muslo tiene un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de señores.

          “Luego vi un ángel de pie en el sol; que gritó con una fuerte voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo, “Vengan y júntense a la cena del gran Dios para que puedan comer la carne de reyes, y la carne de capitanes jefes, y la carne de hombres poderosos, y la carne de caballos, y de aquellos que se sientan sobre ellos, y la carne de todos, libres y esclavos, y pequeños y grandes.”

          “Y vi a la bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para hacer guerra contra Quien se sienta sobre el caballo, y contra Su ejército. Y la bestia fue tomada, y con él el falso profeta quien obraba milagros en su presencia, por los cuales había engañado a aquellos que recibieron la marca de la bestia y a aquellos que adoraron su imagen. Esos dos fueron echados vivos dentro del lago de fuego, el cual quema con azufre; Y el resto fue muerto por la espada de Quien se sienta sobre el caballo, la misma espada que sale de Su boca; y todas las aves fueron llenas con sus carnes” (Apocalipsis 19:1-21).

          Ahora el mundo está listo para un nuevo comienzo—y nosotros, como hijos inmortales de Dios, ayudaremos a Jesucristo a rescatar a este mundo del pecado, la corrupción y la vanidad: “Entonces si somos hijos, somos también herederos—verdaderamente, herederos de Dios y coherederos con Cristo—si ciertamente sufrimos junto con Él, para poder también ser glorificados junto con Él. Porque considero que los sufrimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que será revelada en nosotros. Porque la más sincera expectativa de la creación misma está esperando la manifestación de los hijos de Dios; porque la creación fue sujeta a vanidad, no voluntariamente, sino por razón de Quien la sujetó en esperanza, para que la creación misma pudiera ser librada de la esclavitud de corrupción hacia la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Romanos 8:17-21).

          Así, son cumplidas las profecías relativas al regreso de Jesucristo, la resurrección de los santos y el establecimiento del Reino de Dios—y comienza el glorioso reinado de mil años de Dios.

          Hermanos, al presenciar los acontecimientos que suceden en el mundo y reflexionar sobre nuestras vidas, es muy importante que mantengamos nuestra relación con Dios el Padre y Jesucristo a través de oración diaria y estudio de la Biblia. Oramos por ustedes diariamente, por las bendiciones y la intervención de Dios en sus vidas—por su sanidad y por su seguridad. Les damos gracias por su continuo y fiel apoyo con su amor y oraciones, así como a través de sus diezmos y ofrendas—especialmente en estos tiempos económicamente difíciles. Que Dios Padre y Jesucristo los bendigan con amor y gracia en todas las cosas.

 

Con amor en Cristo Jesús,

 

Fred R. Coulter

 

FRC